Monte de Santa Trega

El monte de Santa Trega, de 341 m, está en el Baixo Miño, en el municipio de A Guarda, puerta de entrada del Camino portugués de la costa, en el extremo más sureño de la provincia de Pontevedra. La subida al monte emociona ya solo con contemplar el paisaje, con la desembocadura del Miño, Portugal, O Val do Rosal y el océanos Atlántico. Hay varios miradores a diferentes alturas, el de O Montiño, el de O Monte, el de Constantino Cedeira… Los más elevados son el de Pico de O Facho (328 m) y el de O Pico de San Francisco (341 m). Además del paisaje, en la ascensión disfrutamos de las vistas de la citania de Santa Trega, uno de los ejemplos de la cultura castreña-romana más importante de Galicia y, arriba de todo,  de la ermita de Santa Trega, uno de los lugares de culto cristiano más antiguo de Galicia, y el MASAT (Museo Arqueológico Monte Santa Trega).

Algo tiene este monte que fue escogido desde hace miles de años como lugar de asentamiento poblacional. Además de la situación estratégica ideal, dominando mar, río y tierra, puede que algo que tenga que ver con lo telúrico, la leyenda, el misterio… Por cierto, que antes de las primeras excavaciones, los vecinos de la zona hablaban de los restos de construcciones que encontraban como  de “casitas de mouros” (personajes de la mitología gallega que viven bajo tierra, rodeados de tesoros). También es lógico, ya que a poco que arañasen la tierra, ya encontraban alguna pieza prehistórica, un tesoro, como para no pensar que los mouros tenían algo que ver…

Antes de la famosa citania, ya había rastros humanos. Testimonio de ellos son la cantidad de petroglifos, de entre el 3.000 y el 2.000 a. C. que se encuentran en la montaña. Hay más de 16 grupos de petroglifos dentro de las murallas de la citania y 12 fuera de ellas. Algunos representan figuras de animales o formas geométricas, pero la mayoría son grabados de círculos concéntricos, muchos con cazoleta central, espirales, cazoletas y figuras serpentiformes. Algunos autores los interpretan como símbolos de constelaciones, relacionados con ritos astrales y solares. En el Pico de San Francisco hay un grupo de petroglifos muy curioso: la Laxe do Mapa, compuesto por varias espirales, círculos concéntricos y trazos lineales. Se llama así porque ha sido interpretado como un mapa del monte y sus caminos.

En el MASAT se conservan muchas piezas de diferentes épocas: de la prehistoria (raspadores, bifaces…), de la Edad de Bronce (hachas de bronce, grabados rupestres…), de la época castreña (labras, remates de torques) y de la influencia romana (estelas funerarias antropomorfas, monedas, Cabezón do Trega). Entre los restos castreños hay muchas labras con trisqueles, nudos, espirales, rosetas… También se piensa que tenían relación con los ritos solares.

Con la llegada de los romanos, las decoraciones integran sus propias referencias, como Hércules y, con la llegada del culto cristiano, entran en el monte los símbolos cristianos, de manera que el monte se ven los cambios sociales y religiosos a lo largo de los siglos.

Entre todas las piedras del Santa Trega, la leyenda nos habla de tres piedras mágicas, que no se sabe dónde están, claro. Cada una de ellas con un espíritu en su interior: el del agua, el del oro y el del fuego. Si encontramos la del oro y la levantamos, se terminarían para siempre nuestros problemas financieros; si fuese la del fuego, terribles monstruos incendiarían los alrededores; y si fuese la del agua, un tsunami lo inundaría todo. Casi mejor dejarlas donde están…

Y cómo no, el Trega también es candidato a ser el mítico monte Medulio, aquel en el que en el 22 a. C. un reducto de galaicos, ártabros y astures optaron por el suidicio antes de acabar en manos romanas.

Una cosa está clara: este monte está lleno de historia, de leyendas, de vistas… así que… ¡Hay que planear cuanto antes una excursión! Y, si queremos fiesta, que coincida con la Festa do Monte, en agosto, o con la romería de Santa Trega, el 23 de septiembre. Siempre respetando el monte, que es un gran tesoro.

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