Reconvertido en la actualidad en hotel monumento, el Castillo de Maceda es otra de esas fortalezas que se alzan orgullosas sobre algunas colinas de Galicia desde hace siglos y que nos invitan a imaginar una época de combates a caballo y duelos a espada. Sus orígenes se podrían remontar a los siglos XI o XII y aunque su fisonomía ha cambiado mucho desde la construcción original hasta su rehabilitación actual, las torres que aún conserva y sus gruesos muros siguen revelando el propósito para el que fue levantado.
Al igual que ocurrió con otras muchas fortalezas gallegas, la Revuelta Irmandiña hizo mella en el Castillo de Maceda, que resultó parcialmente destruido a finales del siglo XIV. Una vez reconstruido, con el pasar de los años su uso defensivo original fue dando paso a un uso señorial y residencial hasta culminar en su aspecto actual, fruto de una extensa intervención llevada a cabo en los años 90 del siglo pasado para reparar el efecto de varias décadas de abandono.
Los muros del Castillo de Maceda han sido testigos del pasar del tiempo y también de varios personajes históricos, como Joao da Nova, que nació en la fortaleza en el año 1460, pero que siendo niño fue enviado por su familia a Portugal huyendo de la Revuelta Irmandiña. Asentado en el país vecino, Da Nova se convirtió en un famoso explorador y llegó a ser nombrado alcalde de Lisboa. No regresaría a Galicia y moriría en la India en 1509 durante uno de sus viajes. El escudo familiar de los Novoa que aún se puede ver en los muros de la fortaleza de Maceda permite seguir recordándolo en la localidad.
Pero, sin duda, el morador más ilustre del Castillo de Maceda fue el hijo del rey Fernando III y de Beatriz de Suabia. Nacido en el año 1221 en Toledo, el pequeño Alfonso fue puesto al cuidado del noble García Fernández de Villamayor y de la esposa de este, Mayor Arias, y fue enviado a Galicia para pasar parte de su infancia. Aunque otros municipios como Allariz reivindican esa misma condición, en Maceda no albergan dudas de que sus tierras y su castillo fueron el destino de la comitiva que acompañó al heredero al trono, y dan por seguro que el futuro Alfonso X, que pasaría a la historia con el sobrenombre de El Sabio, vivió en su fortaleza hasta la edad de 11 años. Así lo sustentaría el hecho de que en agradecimiento por los servicios prestados el rey Fernando III concediese una villa en Maceda a García Fernández de Villamayor.
Sería durante esa época cuando Alfonso X habría entrado en contacto con el idioma galaico-portugués que emplearía para escribir sus famosas cantigas, así que desde el municipio ourensano reivindican con orgullo el papel crucial que desempeñó en la creación de esa importante muestra de la literatura medieval occidental. Aunque los expertos atribuyen la autoría de buena parte de esas composiciones a trovadores como Airas Nunes, existe consenso de que algunas de ellas sí son atribuibles directamente al monarca.
Estuviese o no en Maceda y aprendiese allí la lengua o en Allariz, lo cierto es que no resulta difícil imaginar al pequeño Alfonso paseando por los bosques que rodean el castillo o asomándose desde lo alto de sus muros para descubrir apenas una minúscula porción del que sería su futuro reino.
Llevo tiempo buscando info para alojarme y toda la web del alojamiento del Castillo está desfasada y no contestan a los correos