Viñedos centenarios cubriendo campos y colinas o precipitándose de forma vertiginosa hacia los cauces de los ríos; pazos y otras construcciones señoriales reconvertidas en bodegas e imagen de nuestros vinos; estructuras excavadas en tierra para preservar las propiedades de estos caldos… Son muchos los elementos que dan testimonio de la importancia que la industria vitivinícola tiene en Galicia desde hace siglos. Algunos de ellos están grabados en piedra como prueba la antigüedad de esta actividad y del ingenio y de la habilidad de los pioneros en el arte de transformar la uva en vino. Es el caso de los lagares rupestres, un vestigio de una época ya lejana en el tiempo y que alcanza su máxima expresión en el municipio ourensano de Oímbra.
Los lagares rupestres son estructuras esculpidas en piedra para depositar las uvas y proceder a su pisado o aplastado. Allí se conseguía el mosto de cuya posterior fermentación acababa por obtenerse el vino. Los canteros tallaban estos lagares en los propios emplazamientos en los que había afloramientos graníticos, por eso es posible encontrar muchas de estas estructuras en lugares agrestes. Han sido localizados ejemplos en territorios correspondientes a la práctica totalidad de las denominaciones de origen gallegas, aunque su presencia es más evidente en el caso de la D.O. Monterrei y, especialmente, en Oímbra. En ese municipio han sido contabilizadas más de una docena de estas estructuras, lo que constituye toda una prueba de las buenas condiciones tenía ya en siglos atrás para la cultura vitivinícola. Hoy en día esa tradición productora se mantiene, aunque en instalaciones modernas, de tal forma que aquellos primeros lagares han pasado a ser un elemento etnográfico, patrimonial y turístico. Tanto es así que las autoridades locales lo han convertido en uno de los principales reclamos promocionales del municipio.
Aunque diversos investigadores han determinado que algunos de los lagares preservados en Galicia podrían remontarse ya a la época de los romanos, los que se pueden ver en Oímbra corresponden presumiblemente a la Edad Media, a una época en la que los pequeños productores procesaban las uvas en los lugares habilitados en los propios viñedos por los canteros. Además del espacio para el piso del vino (pileta o calcatorium), la mayoría de los lagares disponían de un depósito (pío )para recoger el mosto situado en un plano inferior al primero, aunque en algunos casos se empleaban depósitos de madera (barcales) para esta última función. A continuación se sumergían allí unos odres con capacidad para más de 100 litros y una vez llenos eran transportados en carros o mulas hasta las cubas situadas en las bodegas.
Da Cotiña, Do Lagar, Da Regata da Vela, Da Quinta, Do Patulo, Da Fecha, Das Viñas, Dos Mouros o Da Tapadiña son algunos de los evocadores nombres de los lagares que encontrarás en Oímbra. En todos ellos es posible apreciar la labor que realizaron los canteros en la piedra e imaginar cómo era el trabajo de los antiguos viticultores. Además, el lagar de Xan Petro (incluido junto con el de A Ribeira de Fornos en la ruta comarcal de lagares de Monterrei) ha sido reconstruido dotándolo de una prensa de madera para poder apreciar así su aspecto original al completo.
No muy lejos de allí se encuentra también el lagar de As Barrocas, una estructura de 30 metros cuadrados de superficie que la convierten posiblemente en la de mayores dimensiones de toda la comarca y que además está integrada en una construcción tradicional que incluía vivienda y bodega.
Si quieres obtener más información sobre la ubicación concreta de los lagares de Oímbra y proyectar una visita al municipio no tienes más que visitar la página web http://www.oimbra.es/images/pdf/GuiaAB.pdf.